Lobos a solas

Fuerteventura, 2020. Séptima vez en la isla. Esta vez con mi hermano , Rigo y todas mis tablas. En la mochila, dos herramientas muy distintas: la Minolta X-300, y la Lumix GH5 con un Pentax 35mm f/1.4 analógico.

El ritual era siempre el mismo. Mar por la mañana, turismo por la tarde. A los pocos días de estar allí, vivimos un regalo improbable, surfear completamente solos una ola que casi nunca está vacía. Lobos es territorio de locales, pero, aquel día, nos ofreció una sesión inolvidable. Fue un instante breve, pero suficiente para entender que ciertos momentos no necesitan repetirse para ser eternos.

Más tarde, descubrimos Puertito de los Molinos, un rincón perdido frente al océano. Allí nos adentramos en un restaurante sencillo, regentado por un chef italiano, y probamos unos ñoquis caseros que todavía recuerdo como los mejores de mi vida. No sé si fue el lugar, el hambre después de surfear o la sencillez del momento, pero aquel plato se quedó conmigo como parte de la aventura.

Estas imágenes son mi forma de guardar todo lo que viví en aquel viaje.

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